jueves, septiembre 28, 2006

El último de los silencios (.3)

El hueco de tu cuello, que te llevaste con el resto.
Te busco entre la multitud, con tus gestos manías y cuanta cosa. Sin encontrar tus manos ni tus ojos ni nada, me planto de frente a tu ausencia, para convencerme una vez más y para siempre de que no regresarás. Allá a donde te fuiste no hay punto de retorno.
Te quise, te extrañé, te lloré más de una noche de besos furtivos... y apenas hoy caigo en la cuenta de que te perdí, irremediablemente.

Y me encantaría que estuvieras aquí, de verdad, aunque no estuvieses conmigo, pero no vas a estar ya y eso es todo lo que hay por decir. Triste, que después de tantas y tantas cosas todo se resume en una frase. Te has ido, cobarde, egoístamente y sin cerrar la puerta.

Te quise, pero es tiempo de enfrentar los demonios y volver a salir del cascarón, de ese mundo que construí cicatriz sobre cicatriz, hablando con tu silencio. Hoy volveré a pintar las paredes de color, a aceptar que mi cabeza jamás me permitirá no estar sola, pero es posible que deje entrar a los de afuera por esas pequeñas rendijas que nos regala la melancolía.

Nostalgia de ti, no más. He tirado fuera el último lazo tangible a tu recuerdo. No intentaré olvidarte, simplemente te guardaré en el último cajón de mi memoria, allá donde está todo aquello que he perdido y no tiene sentido buscar.
Y seré más fuerte, lo dice el calendario ahora que marca más de dos años que he sobrevivido sin ti, que te he sobrevivido a ti.

Hasta donde estés. Hoy, te digo adios.




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